miércoles, 9 de julio de 2014

CAPÍTULO 14: LA TIERRA TIENE UN VALOR NATURAL ÚNICO

En la última parada de nuestro viaje, y para terminar el proceso de documentar historias de amor subversivo, nos hemos encontrado con una gran historia de esas que hemos querido conocer para poder compartir.

Es la historia de unas comunidades indígenas Ngöbe, que van a perder las pocas tierras que les quedan porque el gobierno y las empresas transnacionales están construyendo una hidroeléctrica que cubrirá todo de agua.

Esta ha sido la historia a la que más nos ha costado acceder, en el sentido literal de las palabras. Porque para llegar a la comunidad tuvimos que recorrer 6 horas de camino en coche desde Ciudad de Panamá, media hora en 4 por 4 y una hora y media a pie, con cruce de río incluido. Pero precisamente por todo ese recorrido creemos que hemos sabido valorar y apreciar la fortaleza de sus habitantes y una profunda admiración por sus formas de entender la vida nos ha acompañado en toda nuestra estancia en Kiad, una pequeña comunidad habitada por alrededor de 40 personas.





Son uno de los pueblos originarios que han habitado por generaciones en esta zona, y aun a pesar de la conquista. Viven sin electricidad, toman el agua de una naciente, se bañan en el río, cocinan con leña, tienen su propia lengua y su propio alfabeto, profesan su propia religión, y tienen su propia ideología, su propia forma de entender la vida, muy alejada de la mentalidad occidental.








Ahora luchan por conservar su tierra, algo que, según nos han contado, no pueden entender que tenga valor monetario sino un valor natural único, por eso, bajo su propia cosmovisión, es incomprensible que alguien les pida que vendan o negocien su tierra.





Y para nosotras es menos comprensible todavía que una gente que ha vivido aquí por siglos vaya a perderlo todo en tan sólo unos minutos.







Llegamos a este lugar invitadas por Weni, una mujer que nació en esta comunidad y que ahora tiene 2 hijos y 3 hijas. Ella está haciendo todo lo que puede para conservar su territorio y sus palabras son como luces llenas de sabiduría. Nos cuenta que no fue a la escuela, pero sabe que eso no te da o te quita la inteligencia, tiene claro cómo es el poder y cómo éste narra la historia según le conviene, conoce la ideología occidental y cómo los intereses económicos mueven el mundo, y hasta su silencio es de esos que dicen muchas cosas.




En una comunidad que probablemente será inundada por el agua en unos meses, esta mujer nos ha hablado de esperanza, de amor a su tierra y a su cultura, de humanidad y de dignidad. Saben que es posible que en poco tiempo pierdan sus tierras pero tienen claro que no aceptarán ningún dinero a cambio, aunque lo pierdan todo, su tierra y su cultura no se negocian por unos balboas.




 







Ha sido una experiencia muy enriquecedora convivir en esta comunidad por unos días, también ha sido una toma de conciencia de los diferentes modos de vivir que existen y de nuestras dificultades para habitar en un medio que no es el nuestro, en el que los niños y niñas tenían que acompañarnos y cuidarnos para que todo estuviera bien en los ríos o en los caminos. Sin duda, un gran baño de humildad y sencillez.





Un pueblo que ha resistido ante muchas adversidades desde hace más de 500 años, pero que tiene la certeza de que siempre existirá, como dice uno de sus lemas.


 











Nos cuentan con una claridad que sorprende cómo ahora, en el moderno s.XXI, ya no quieren aniquilarles con balas, en la nueva colonización quieren acabarles con hidroeléctricas, minas, eólicos, ... con el poder del dinero.

Y lamentablemente esta historia no es de Panamá, esta historia se repite por todo América Latina.

El encuentro con tantas gentes diferentes y con tantas formas de ver y entender el mundo, hace que este viaje esté siendo, sin duda, una gran escuela de vida para nosotras, y que nuestra “mentalidad ampliada” se esté expandiendo. Sabemos que esta experiencia nos seguirá “hablando” por mucho tiempo, porque los aprendizajes no son sólo del aquí y el ahora.

Mucho que pensar, mucho que sentir...

Y ya estamos en el final de esta parte del proyecto, ahora sí que sí. Porque la gran noticia es que hemos conseguido gente que quiere comprar la furgoneta. Ahora estamos ultimando los trámites de importación, que no son muy rápidos que se diga. Y estamos muy contentas porque nos encanta la idea de que sean estas personas quienes ahora puedan disfrutarla y mover sus sueños por donde quieran.

En cuanto consigamos solucionar todo el papeleo que implica, seguiremos con la segunda etapa de nuestro proyecto, editar el documental y escribir el librito.

El lugar que hemos elegido para esta “clausura voluntaria” es una tranquila casita en las montañas, a las afueras de Bogotá.

Os seguimos contando

Un abrazo grande


PD: Agradecidas, como siempre, con Cecilia Tobón, Isabella y Enrique, y Marta por dejarnos pasar unos días en sus hogares en esta ciudad que nos era extraña.